En primer lugar quiero pedirte perdón de antemano.
Discúlpame por el tono con el que voy a expresarme en este breve artículo.
Te aseguro que me saldrá natural y sé que tú no eres el culpable de lo que está ocurriendo pero tengo que confesarte que, últimamente, este tema me está costando la salud.
Yo, con gusto, también entraría encapuchado en el ayuntamiento de turno dispuesto a hacer una pequeña locura… y no, no sería para robar nada, sino porque comparto tu desesperación.
Tan solo entraría para que, de una vez por todas, nos dieran la dichosa licencia de construcción que tú (cliente) y yo (arquitecto) llevamos 24 meses exactos esperando.
Y digo “nos”, porque también la siento como mía.
Dos años eh.
Dos años completos.
Con sus 365 días cada uno.
17.520 horas.
1.051.200 segundos.
Esperando a que la administración haga su trabajo.
Te aseguro que algunas de las últimas canas que peino son debidas al estrés que me produce el ritmo de trabajo de algunos ayuntamientos.
El estrés que genera mi cerebro cuando me preguntas que cuándo saldrá tu licencia de construcción.
Sé que ya lo sabes pero te repito que lo siento, que yo tampoco sé cuando te van a dar tu licencia de construcción. De hecho, no hay nada más que esté en mi mano.
Ni tan siquiera llamando o personándome en la oficina de urbanismo por enésima vez podría ayudarte más de lo que te ayudo.
Una vez más: Lo siento, comparto tu desesperación.
¿Pero qué esta pasando con las licencias de construcción señores funcionarios?
Si, ahora, tardamos 24 meses en dar una licencia…
¡Ahora! ¡Que se construye una décima parte que de lo que se edificaba hace 8 años!
¿Qué nos espera cuando la construcción recupere mínimamente?
¿Cómo se trabajaba antes y que está ocurriendo ahora?
¿Cómo se soluciona esto?
¿A dónde vamos a parar?
Se despide un Arquitecto que ya no sabe qué más hacer.